jueves, 7 de agosto de 2014

Restaurante Ikarus (Salzburgo)

Hola de nuevo, aprovechando los últimos días de mi baja por menisco roto, os paso a relatar nuestra visita a un restaurante de primer nivel en Austria. Hablo del Ikarus, en Salzburgo. Un restaurante único y sin parangón en el mundo. El Ikarus se encuentra en una burbuja aerodinámica de acero y cristal, a pie de pista del aeropuerto de Salzburgo. Su diseño inspira el perfil de las alas de un avión, según el proyecto que ideara en su momento el arquitecto. Dentro del edificio hay un impresionante museo  aeronáutico con la flota de los famosos Flying Bulls, aviones restaurados por el propietario de esta bebida energética, algunos de los cuales sobrevivieron a la última guerra mundial. También hay dos bares y una zona lounge. Este restaurante se inauguró en 2003 y cuenta con la asesoría del gastrónomo Eckart Witzigmann, y bajo la dirección del jefe de cocina Roland Trettl. 

Con una estrella Michelin, este restaurante pone en práctica a diario el insólito sistema de los cocineros invitados: 12 chefs famosos al año, uno distinto cada mes, que inspiran las recetas que durante 30 días interpreta el equipo de cocina del Ikarus y se degustan en las mesas del local. Fórmula siempre idéntica que se traduce en una carta con tres menús distintos, de 4,5 y 6 platos. Esto permita a sus clientes disfrutar de forma rotativa con múltiples estilos de comida de no importa que país. 

Nuestra visita fue en septiembre, y en ese mes el chef invitado era Brent Savage, del restaurante Bentley de Surry Hills (Australia). Nuestra llegada fue algo accidentada, ya que, la reserva, David la hizo (por error) para dos meses antes, así que, lo que iba a ser una comida, fue finalmente (y gracias a la gestión de los recepcionistas) una cena.
 La decoración es bastante sobria y de poca iluminación, supongo que cuentan con la abundante luz diurna que proporciona la estructura de acero y cristal, pero, por la noche todo cambia. Esto, aunque parezca banal, cambia, y mucho, la atmósfera y la percepción de los platos.
Comenzamos con los platos
1- Mousse de anguila ahumada con salsa de soja blanca y algas

2- Pescado marinado con chioggia (especie de remolacha) y mantequilla











3- Cangrejo con maiz dulce, jalea de jamón y polvo de gambas
4- Ventresca de atún, pulpo, mejillón, quínoa y zumo de azafrán









5- Zanahorias especiadas con pistachos, ajo negro y olivas negras
6-Papada de cerdo con hinojos, ajo negro y calamares










7- Asado de venado con pequeñas remolachas, arándanos y rabanos
8- Sorbete de acedera (planta medicinal), higos y Magnolias









9- Parfait de Macadamia con chocolate blanco y merengue de limón
10- Barra de chocolate con miel
Los postres los maridamos con un increible Icewine (vino de hielo) y la comida la hicimos un un estructurado Riesling del 99, que estaba en plena forma. 

Todo estaba correcto; el servicio, la comida, la botella de vino, y un Riesling austríaco de 1999, que quitaba el hipo. Pero todo era demasiado calculado, demasiado milimétrico y sin margen para la improvisación ni la sorpresa. Quizás sea únicamente la traducción culinaria del carácter austríaco, pero creo que hay algo más, creo que el restaurante Ikarus, no es un gran restaurante, sino una sala de ensayo, donde pasa cada mes un prestigioso chef, que sólo va a estar un mes allí, y que luego se marchará.  Y eso, se nota. Y su clientela, no es más que austriacos adinerados que quieren probar algo distinto a la "quizás" pobre cocina austriaca. 
En total nos costó unos 500 euros cenar allí. Si, quizás demasiado para esa cena. 





















miércoles, 23 de julio de 2014

Los Quesos Franceses con AOC: El Livarot o Colonel


Origen: Normandía
Leche: Vaca
Materia grasa: 40%
Temporada: Desde finales de primavera, verano, otoño y principios de invierno
Forma: Disco grueso
Dimensiones: 12 cm de diámetro y entre 4 y 5 cm de grosor
Peso: de 450 a 500 gramos
Gusto: Potente
Textura: Tierna

Rodeado de juncos, que son generalmente cinco, tal como los galones, al Livarot se le ha atribuido el sobrenombre de "colonel", "coronel" en español. Los juncos (typhia latifolia) son plantas acuáticas muy comunes en las zonas húmedas.
Antaño estos eran recogidos una vez al año, siempre al final del verano, en los lugares pantanosos de la provincia del "Pays d'Auge". Después de que se hubieran secado, los partían en varios trozos siempre en sentido longitudinal. Las hebras obtenidas servían para sostener los Livarots, durante la maduración, ya que son unos discos de queso muy grueso. Estos juncos se tornaron inútiles después de la aparición de los moldes para el queso, sin embargo fueron conservados, sin lugar a dudas por la costumbre y también debido a una preocupación estética.

Un Viejo Normando

El Livarot es uno de los quesos más antiguos de la región de Normandía. Su nombre proviene del pueblo de Livarot, en la región de Calvados. Probablemente sea una evolución del antiguo Angelot, mencionado en el siglo XIII en el Roman de la Rose, después mencionado junto con el Camembert, en 1708, en el Dictionnaire universel de Thomas Cornielle.
Hacia finales del siglo XIX, el Livarot era el queso más consumido en Normandía. Se vendieron alrededor de 4'5 millones de piezas solo durante el año 1877. Por aquel entonces existían unos 200 "caveurs" (vendrían a ser los afinadores de queso), una profesión hoy en día extinguida y que consistía en comprobar la maduración de los quesos guardados en las granjas.

La Vianda del Pobre

Gracias al clima húmedo, en Normandía gozan de una elevada cantidad de prados verdes y ricos, que lo han convertido en un país de engorde bovino. Como resultante hay una gran producción lechera, que da lugar a importantes cantidades de nata, mantequilla y quesos.
Antaño, el Livarot era un queso magro, fabricado con la leche librada de su nata. Lo podíamos conservar durante mucho tiempo, llegando incluso a poderse secar. Los años que las vacas tenían mucha leche, los granjeros aumentaban mucho la fabricación del Livarot. Los ponian a secar y se podían conservar seis meses. Los quesos obtenidos servían de desayuno para los jornaleros, estos lo acompañaban con pan y sidra normanda. En las épocas en que los alimentos eran muy caros, el Livarot era la comida de los pobres.

Degustación

La costra del Livarot tiene un color anaranjado y vine dado por el fermento del rojo, un colorante natural. Este fermento sale espontáneamente durante la maduración en los lavados sucesivos con agua salada.
Años atrás era un queso con muchísimo gusto, actualmente es un queso con un gusto intenso, pero ha ido perdiendo fuerza. Un buen Livarot presenta una pasta dura, que se funde en la boca.
estas cualidades lo hacen un queso excelente, que os aconsejo degustar con una buena sidra normanda, esta buenísimo!
Como sugerencia, lo podéis degustar en una cena, creando un buen surtido de quesos normandos, formado por un Camembert, un Livarot y un Pont-l'Évêque y acompañado por una botella de sidra normanda. Para acabar de la mejor manera esta cena, podéis degustar durante el postre una tarta de manzanas o bien unas manzanas al horno.
Ahora ya sabéis un poco más de este delicioso queso, el cual tuve el privilegio de visitar la fabrica/museo de Graindorge en Livarot.  Y degustarlo esa misma noche con una buena hogaza de pan y maridarlo con la sidra brut y demi-sec Christian Drouin. Si nunca estáis por la zona, os aconsejo una visita a Livarot y otra a las bodegas de Christian Drouin. A continuación os dejo las direcciones, las webs y las fotos de estos dos magníficos lugares.

Fromagerie GRAINDORGE
42, rue Général-Leclerc
14140 LIVAROT
FRANCE








Domaine Sidre CHRISTIAN DROUIN
Domaine Coeur de Lion
Christophe Dutois
RD 677 Pont l'Évêque-Deauville
14130 COUDRAY-RABUT
FRANCE











sábado, 7 de junio de 2014

Mugaritz 2013

Aprovechando mi baja por menisco externo roto, os vuelvo a escribir unas líneas sobre otra grande visita a uno de los mejores restaurantes del país, aunque para nosotros algo sobre valorado, sobre todo por la lista de mejores restaurantes "Restaurant". Mugaritz, visitado en Junio del año pasado y disfrutando de un tiempo espectacular.     

No nos costó conseguir reserva, era un miércoles.  Desde el exterior el restaurante es espectacular, rodeado de naturaleza y verde, ese verde que solo se encuentra en el País Vasco.
Para comenzar, y aprovechando el soleado día, nos sentaron en el espectacular jardín que rodea al restaurante y nos sirvieron las primeras sorpresas.
Piedras comestibles, unas patatas cocidas muy logradas, ya que realmente parecen piedras. Continuamo con un sandwich de idiazabal y albahaca (que estaban espectaculares), también nos sirvieron yemas de ajo fresco, junco marino y flores de ajo rosa. Nos invitaron al agua con gas y a unas copas de txacolí Mendraka 2012.

Después de disfrutar de estos pequeños detalles, nos invitaron a entrar dentro del restaurante, visitando la cocina por supuesto. El chef y artífice de Mugaritz, Andoni Luis Aduriz no se encontraba en el restaurante, pero creo que tampoco se le debe notar demasiado, porque todo está perfectamente diseñado y maquinado por los más de 20 cocineros que ese día estaban 
allí (y el restaurante no llego ni a ocuparse a la mitad de su capacidad).
El restaurante se renovó hace pocos años debido a un incendio que hubo en la cocina, y su diseño es muy innovador, pero demasiado aséptico y frio para nosotros.

Seguimos con una "Medusa" de algas y concentrado de bonito ahumado y Salicornia (un vegetal comestible que no nos gustó demasiado). Seguimos con carne curada de bogavante y arroz fermentado, después unas hebras de buey de mar trabadas con mucílago vegetal, macadamias y pimienta rosa.
 Para maridar estos primeros plato escogimos el que según los expertos, es el mejor vino blanco de España, el As Sortes, un vino de Rafael Palacios (hermano de Álvaro Palacios) de la D.O. Valdeorras y hecho con la variedad Godello.



Continuamos con un jugo de pato con tofú y una yema de huevo arropada con gel de ortiguillas, ambos platos (sobre todo el tofú) bastante insípidos.
A esta altura del menú, y ya casi acabando la primera botella de vino, nos pusieron una mantelería individual bastante peculiar que emulaba a una página de comic. En ella una pareja juega a un juego japonés llamado Taba, y que consistí en adivinar las fichas (similares a huesos pequeños que están en los tarsos) que tiene la otra persona en la mano (o algo así). Nos trajeron las fichas...y a jugaaar!!!. Este juego se acompañaba de caviar y un jugo del que no recuerdo el nombre, y que como parte de los platos que nos trajeron era algo insípido.

Seguimos con sopa de aleta de tiburón en un caldo de coliflor tostada y Merluza con almidón de agua de chufas y concentrado de almejas. 


Acabada ya la primera y deliciosa botella de vino, seguimos con un tinto del Montsant, bueno según David, el mejor vino de Montsant según la crítica, y que como el anterior no habíamos probado. Además estaba a un precio casi igual que el de una tienda de vinos, o sea que a aprovechar!.
Continuamos este festival con un asado de pescado de lonja en sopas de ajo y pollo y seguimos con molleja de cordero lechal con setas con hierbas de temporada y pellizcos de cordero hojaldrado con jugo acaramelado. Como todavía nos quedaba un huequecito en el estómago y el camarero nos retó a seguir comiendo, nos trajeron una tabla de quesos riquísimos con un pan espectacular para acabar.

Y llegados a este punto  y con el soleado día que nos regalaba el momento, nos invitaron a salir de nuevo al jardín, para acabar el festival gastronómico. Allí seguimos con una ceremonia de cacao, una galleta de cristal, azúcar y cacao y un papel de flores acompañados con un PX Antique y una copa de Masia pairal Can Carreres (un moscatel del Empordá). Cuando pensábamos que ya no podíamos mas, nos trajeron la sorpresa final..... 


 

 









Los siete pecados capitales.
Una estructura de madera, que conforme la vas descomponiendo, en su interior encuentras todo tipo de dulces y bombones, a los cuales es imposible resistirse. Pereza, orgullo, envidia, gula, avaricia, lujuria y ira. 

Después de esto, rematamos (como no) con unas copas de marc francés y unos habanos.

La valoración final es que después de los mas de 600 euros de la comida, esperábamos algo mas. Creo que  el tercer puesto como mejor restaurante del mundo que han ostentado durante varios años no está justificado. Eso sí, el lugar es precioso y tranquilo. El personal quizás algo mejorable ya que se cometieron errores que en este tipo de restaurantes no deberían ser habituales. En cuanto a la comida, en general bien, pero predominan demasiado los platos con colores blancos, tenues e insípidos.